"No había tiempo de lamentarse o llorar": así sobrevivió De Felippe en Malvinas

El técnico de Atlético Tucumán brindó detalles de su experiencia en la guerra de Malvinas. De los bombardeos a pasar hambre y estar en el frente de batalla hasta el momento de la rendición y el abrazo con su madre al regreso. “Es una obligación recordar a los compañeros que todavía están allá”, planteó.

Sociedad 02 de abril de 2021 Bajo la Lupa Noticias Bajo la Lupa Noticias

El 2 de abril de 1982, Omar De Felippe ya “imaginaba lo que venía” cuando se produjo el desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas; el 3 de abril festejó “con algunas dudas” su 20° cumpleaños y la madrugada del 9 de abril un soldado golpeó la puerta de su casa para entregarle a su madre una cédula de presentación en la que lo convocaban al ser parte de la última clase del servicio militar obligatorio y que ya contaba con todo un año de instrucción.

“Mi mamá me despierta llorando, ya imaginábamos lo que se venía a partir del 2 de abril”, confesó el hoy técnico del Club Atlético Tucumán, que por aquellos años estaba en las inferiores de Huracán y a la espera de dar el salto a la Primera División. “Yo había salido de baja el 24 de diciembre del 81 y cuando supimos del desembarco en Malvinas ya imaginábamos que nos iban a enviar, siempre la última clase que hizo servicio militar es la primera que iban a convocar porque teníamos una instrucción, todo un trabajo de un año habiendo hecho el servicio militar”, explicó El Soldado, en la antesala del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de las Malvinas y a 39 años del desembarco de las tropas argentinas en las Islas.

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“No me sorprendió a mí y creo que a mi vieja tampoco, fue una confirmación esa madrugada. Me presenté tipo 10 de la mañana porque todavía había amigos que estaban haciendo el servicio militar y me presenté de manera tranquila, normal, rápidamente nos cortaron el pelo, nos dieron la ropa, empezó a pasar el día, recibimos visitas de los familiares a la tarde y quedamos en encontrarnos un sábado a la mañana que había permiso para recibir a la familia y se fueron cada uno para su casa; alrededor de las 20 horas empezaron a equiparnos con lo que faltaba. Cenamos y a las 12 de la noche lo único que faltaba era entrar en unos colectivos al Regimiento de Infantería Mecanizado Tres que estaba en La Tablada, de ahí a El Palomar y de El Palomar a Malvinas, todo muy rápido”, narró, en una extensa entrevista que brindó a ESPN.


De Felippe rememoró que en aquel entonces “vivíamos mi vieja y tres hermanos, los que somos: Walter, el más chico y que trabaja conmigo, Tito el mediano y yo el más grande. desde que falleció mi viejo cuando tenía 7 años la peleamos los 4” por lo que “fue un golpe durísimo para mi vieja: ni bien falleció mi viejo mi mamá tuvo que salir a laburar en una textil y prácticamente nos criábamos solos desde los 7 años míos”. “Cuando estas en una guerra te das cuenta que no hay nada que te alcance saber para ir a hacerle frente a semejante situación; salimos esa noche camino de La Tablada a El Palomar, la gente nos despedía como si fuéramos a un Mundial, fue muy emocionante hasta que entramos a El Palomar. El silencio fue tremendo. Nos tocó un avión de línea, sin asientos, en una fila de 10 íbamos sentados en el piso con el bolso porta equipo y en mi caso la ametralladora”, recordó, sobre el inicio del viaje y los meses que lo marcarían para siempre.

La formación de memoria y la primera bomba

Tras una parada en Río Gallegos a cargar combustibles, De Felippe y sus compañeros calentaron sus cuerpos con mate cocido. Serían los primeros de muchos. Tras el aterrizaje, comenzaron el viaje a pie para primero buscar un lugar donde pasar la noche y luego recorrer unos 12 kilómetros hasta Puerto Argentino: “Nos ubicaron en las posiciones que debíamos estar, para empezar a hacer pozos de zorro y vivir todos los días una rutina totalmente distinta”, recalcó. Cómo un técnico o un futbolero en un bar recitando una formación de memoria, el técnico Decano recita y recuerda a sus compañeros de pozo, hermanos de la guerra con los que permanece en contacto: “El capitán Zunino, el cabo primero Torresín, Juan Fernández, Sergio Leal y yo”. “Hicimos un pozo en el que entrábamos los 4 acostados. El jefe de sección fue herido en combate, pero gracias a dios se salvó”, subrayó, al indicar que Zunino, Torresín, Juan Fernández, Sergio y Leal y Omar De Felippe regresaron con vida de las Islas.

El Soldado permanece en contacto con sus compañeros de trinchera; 16 años después de la guerra se juntaron y que ahora, cuando una pandemia no lo impide, se juntan los 14 de junio y antes de fin de año para “hablar de cómo estamos, siempre es bueno saber del otro en que anda y al que necesita ayuda darle una mano”. Después de compartir un bombardeo en un pozo, uno que hermanado para toda la vida.

“Todos los días pasaba algo: bombardeos constantes, pozos inundados, llovía todos los días, frío impresionante, tener hambre, lavarte la ropa, limpiar el armamento, soportar bombardeos. El primero de mayo a las 4:40 a la madrugada cayó la primera bomba, todos los días recibíamos bombardeos en horarios distintos. No dormías. Lo que si recuerdo y que era demoledor era sentarte en el piso y prender un cigarrillo, que en esa época nos pusimos a fumar, y estar esperando que te caiga una bomba. A los 10 días ya no te importaba nada, íbamos adonde teníamos que ir muy convencidos de lo que había que hacer”, enfatizó sobre sus días en plena guerra.

Cartas a la vieja

De Felippe casi no pudo comunicarse con su familia los días que estuvo en las Islas porque “nunca pudimos encontrar un teléfono”. “Después de que llegaron los ingleses el primero de mayo se complicó todo, no nos dejaban entrar al pueblo. Empezamos a andar para sobrevivir, no teníamos acceso a donde estaban los kelpers. Recibíamos cartas y alguna que otra encomienda de la familia, no había contacto permanente: estando allá me hacía problema por cómo estaba mi vieja acá, porque no tenían información de si estábamos vivos, heridos, nadie sabía nada. Para el que estaba acá era tremendo”, aseguró.

“Yo mandé muchas cartas, al principio cuando podíamos escribir. Tratábamos de mandar tranquilidad, en esas letras nunca transmitimos, nunca contamos, lo que estaba pasando en realidad. Siempre dijimos ‘que estaba bárbaro, que no pasaba nada. El sufrimiento que le iba a dar a mi vieja era tremendo y no valía la pena”, indicó.

Cuando la comida no alcanza

“Antes que lleguen los ingleses comíamos 2 veces por día. Cuando empezó el bombardeo, el conflicto en sí, el enfrentamiento armado, era una vez por día (la comida). Cuando estas sobreviviendo, tratando de ejercer supervivencia es muy complicado, sabíamos que no iba a alcanzar. Íbamos a las cocinas de campaña con una cuchara y raspábamos las ollas de campaña porque muchas veces no te llegaba la comida y había que buscar comida en cualquier lado, en una casa que no había nadie o se mataba un animal, lo que sea. La supervivencia es muy cruel, tratás de cuidarte vos y los que tenés al lado”, afirmó.

En el frente de batalla y la rendición

El Soldado De Felippe precisó que “los últimos 3 días nosotros fuimos al frente, a la zona de combate cuando ya los ingleses venían avanzando: a las 24 o 48 horas se firmó la rendición. Nosotros hicimos un contraataque, la compañía A del Regimiento Tres de La Tablada”. “Estuvimos una noche a la intemperie con un frio tremendo esperando la orden de atacar y así lo hicimos. Combatimos con mucho valor, fuimos repelidos, tuvimos que volver y los ingleses siguieron en su avance; se firmó el cese de fuego y volvimos caminando 12 kilómetros hacia Puerto Argentino, donde tuvimos contacto directo con el soldado de 18 años que traían para sumar experiencia y hacer guardias y otros que había combatido y eran profesionales. Cuando hubo que ir al combate te puedo asegurar que no tuvimos ni una duda”, remarcó.

“Ya necesitábamos que terminara. Sentimos alivio cuando volvimos a Puerto Argentino y nos pudimos encontrar con los perdidos, los heridos, los que estaban más o menos bien. Nos juntaron a todos nos volvieron a llevar al aeropuerto; en la mitad de trayecto tenías que entregar el armamento, te desarmaban a los 12 mil que había y nos embarcaron en el Camberra. Fue llorar cuando dejas el armamento. Muchos no entregamos el armamento, la fuimos desarmando o tirando por el camino o al agua para inutilizar el armamento para que no le sirviera a nadie”, apuntó.

De Felippe admitió que con un grupo de compañeros desarmaron una pistola, cargaron cada uno las partes y la volvieron a armar tras pasar aquellos controles. “La descargó y la tiramos al agua. Fue una locura, una descarga”.

Secuelas de la guerra

“No tenías tiempo de lamentarte o llorar, había que buscarle solución a las cosas. Adaptarte y seguir. Es como la vida. Todos pensamos que volvíamos y íbamos a ver a nuestra familia, pero veníamos con estado mental psicológico muy acelerado, difícil convivir con sociedad pro lo que nos había tocado pasar por lo que estuvimos 48 horas en Campo de Mayo. Nos dieron ropa limpia, nos pudimos bañar, comíamos asado con la mano”, destacó, pero luego entendió que eso fue una decisión del Ejército porque “estábamos muy flacos todos”, y detalló que su peso y el de sus compañeros oscilaba entre los 50 y 60 kilos.

El abrazo con la vieja

Los familiares de los soldados comenzaron a arribar a Campo de Mayo, donde había una lista de cada regimiento con el nombre de los combatientes “vivos, muertos, heridos y desaparecidos”. De Felippe reprochó que “había padres que llegaban y buscaban a sus hijos pero no estaban en ninguna lista: Juan Fernández no estaba en ninguna lista”. “Un grupo de amigos vino a buscarme, un soldado que ni conocía me dijo 'De Felippe, te buscan'. Los pude ver: les di el camperón que tenía y les dije ‘avisale a mi vieja que estoy bien’. Ahí me quedó tranquilo”, subrayó.

Pasaron 48 horas antes del reencuentro de El Soldado con la vieja. “La abrazo desde la ventanilla del colectivo; está la filmación, del reencuentro con mi mamá en la puerta del Regimiento. Ella le dice a camarógrafo ‘es mi hijo, es mi hijo’”.

Volver a las Islas

“Debería apurarme”, reconoce De Felippe al explicar que, a un año de que se cumpla el 40° aniversario de la guerra, no ha regresado a las Islas. “Es probable que en algún momento me decida a hacerlo, me gustaría hacerlo a mis hijos”, se sinceró. “Los que fueron dicen que es cerrar un círculo y que da tranquilidad, que lo han necesitado. Ojalá con el tiempo pueda disfrutarlo con mis hijos”, añadió.

Cuando era ayudante de campo de Julio Falcioni en Banfield, un canal de televisión lo contactó para entrevistarlo en las islas, pero finalmente desistió ante la imposibilidad de ausentarse una semana laburo cuando los vuelos eran semanales. Fue lo más cerca que estuvo de regresar. “Qué voy a sentir, qué me va a pasar”, se preguntó en aquel entonces. 

“No hay que olvidar, hay muchas vidas que han quedado allá y no pueden quedar en el olvido. Hemos tenido la suerte y es una obligación para los que volvimos tratar de recordar a todos los compañeros que todavía están allá, y los que no tienen a sus padres o sus hijos que están en Malvinas. Hay que tratar de no olvidar, pase el tiempo que pase”, cerró El Soldado. El héroe de Malvinas. El técnico Decano.

Fuente: El Tucumano

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